En la casa encantada, la errante ánima, de tristeza azul, transitaba desde el jardín, con sus árboles desnudos, hasta una oscuridad acostumbrada
Entre ramas despiertas y radios encendidas despuntaban aspavientos del miedo...
En la anónima hora de los muertos, del hedor y su oscuridad, fingen huecos lamentos en la efímera habitación, de bailes fantasmales, de fieros movimientos, cuerpos a la deriva
Vienes desde el paraiso de los ocasos, con la rebelión de un río sin sangre, entre sombras de pétalos invisibles
El silencio de un fantasma es una brumosa canción
Nada importa en esta hora calcinada, en esta vida infernal sin un grito de auxilio
En la esquizofrénica y desordenada danza del caos, en las letras surrealistas del bohemio, en la voraz canción de los rotundos acordes anunciando mi apocalipsis
¡En mi poesía y en la tuya, donde no envejecen los ojos!
Un androide japonés se enamoró de la lejanía de una flor silvestre
La señal duele en el paraje de unos circuitos desplomados. Nunca pudo regarla con su señal dolorosa
Y creó la poesía más corta del mundo:
"fui, volví"
El mal número le persigue
Aún podría encontrarse con el ruido del paraíso, y parar el eléctrico océano de su mirada
He tenido que utilizar el video del directo de este increíble y agnóstico grupo australiano para ilustrar la poesía, puesto que el video original está restringido por la dictadura visual que nos imponen no sé muy bien desde donde. ¿Hay alguien ahí?
Antes de penetrar en la invisible quietud del aire, en su espacio insondable arrancado a los incómodos infiernos,
trazo la tormenta, la infiel tormenta del medio dia, donde dejo de escuchar a mis grises paisajes. Entre mis pensamientos de flores sembradas por el estupor, de tramas en secas ramas, y de imposibles recuerdos
Y cuando sople ese pálido viento que nos olvide, monstruo hierático, escucharé la hostil voz del perdido pasajero
Es cuando paseo entre sombras del ayer, cuando me reconozco entre sus eclipses, como un viajero que no vuelve
Sirve para adherirme a la plenitud de unos ojos vivos, donde el barro solo es barro y el aire es el hambre de la aspereza
Deseo ser el único poema prohibido, ese jardín de besos donde duelen los poemas anversos
Déjame, Verlaine, amar tus sucias palabras, con el descarado encanto del destructor.
No te muevas cerca de mi teatro, Rimbaud ya duerme con los aires de Etiopía, entre sábanas calurosas de infierno y sus armas blincadas de sangre.
El veneno dibuja una frontera, en nuestro escritorio, expuesta sobre su cristal, como blanco y pegajoso delirio, entre nuestras blandas miradas, esfuérzame en visitarlo, antes que rezar al macabro hijo de la nada, solo quiero visitar el profundo y oscuro fondo
¡Miradme! como un poeta pobre donde mis delirios se comen al perro, abrasador de falsos testigos de un locuaz llamado Lorca, agarrando un miedo y un dolor, con mi pelo rubio vistiendo en mi traje negro. ¡Miradme! como ese día de plomizas nubes, amenazando árboles con su tenebrosa agua verde.
Todos mis fantasmas se llamaron Baudelaire, todos mis pecados se escribieron sin palabras, todos mis bucólicos caprichos cabían en una hoguera, donde todos mis libros se perdieron antes de escribirse.
Pero amanece en este edén de guitarras y notas de sabrosa Wendy. Amanece el estruendo en el teatro
¡Olvídame Verlaine!, oscuro terraplén entre miradas
Asoma cansada mi noche, con su viento calmo arañando soledades en mi rostro Llega ensanchada la noche soñada...escribí cartas de amor imaginando tu ansiada presencia Vira un barco con sus profundidades, viran las galernas de Ariadna, vibran musicales sus hilos de araña, mientras se revuelve entre sueños mi luz, hasta las escombreras de la multitud, atenuados sus colores amarillos, fantasmales, entre los huecos olvidados, llenos de Venus.
Y asomando por encima de troncas cabezas, un oscuro arco iris, abriéndose, como rosa ennegrecida, entre las pupilas de los más ancianos, dilatadas entre miedos... señal inequívoca de los fríos regresos.
Se escuchará alejada la cruel sinfonía, de ciborg absorto en sus notas, pálidos sonidos en sus sótanos prófugos, donde yacen ropajes malditos, piedras sobre las brumas, cólera esfumando calientes brisas sobre mi paz, sin un aire vivo.
¡Quiero saber entre el olor del sonido de años luz!
Y aunque nunca lo sepa, vaciaré mi alma con el olor de mi última foto
Simalinas en desconciertos, las partes oblicuas del odio, sobresalen, en caretas del homo ensortijado, cueva de hambres, boca alejada del lobo por cicatrices, y entre la matriz, cuantas dudas, regadas entre pelo y sueño, surgiendo o surgirán o surgidos de alveolos en mi respiración. Así, duermo de venenos que relanzan cadenas, unidos, ungidos, después en la muerte, antes del renacer, sobre la luna negra. Mis 15 minutos de relámpagos
Construiré ese lugar lunar de grisáceo y fino polvo, de oscuridad sin rostro Me gusta compaginar música y poesía, poesía y música De la poesía, sin duda, nació la música y de la música...este Universo
EXISTES
La mística forma del deseo, vaporosa incontinencia,
tan solo destrúyeme
cuando no encuentres ardiente carmín sobre mi rostro
Existes en una silueta de tormenta que baja hasta mis ojos
Dulce silueta contorneando los abismos hasta el carrascal hambriento entre sus haces de gris La calma nos espera
No me importaría descender hasta las ínfimas calas de la noche
Respirar su invisible aroma entre bellas flores del mal
Me arrastraría en serpiente hasta la última esquirla de mi agonía,
clonándome entre las angustias desprendidas de su excitante ruido
Retorcerme, prisionero, sobre moribundos campos, apagada ya mi voluntad
No me importaría rejuvenecerme en la muerte,
si tu belleza me permitiera solo a ti sentirte,
entre la escarcha de mi tacto
Mi inmutable cuerpo se haría aceite boreal
rasgándote alrededor de mi absurdo sentido de la vida
Pero la locura amanece
Irradia su temblor sobre un soplo de certezas que me agonizan
Mi velo veneciano, traslúcida reencarnación, se ha vuelto gris
Hoy resurgen negras sus nubes,
buscándose entre lágrimas imposibles de una oruga hambrienta
¿Cuál de los dos caminos serás?
¿Recelo entre el suelo polvoriento o el dichoso viejo alejándose?
Descendería hasta tu infierno entre calladas figuras,
dominantes, inertes, sin ojos,
ciegas a los albores de la vida,
estulticia revoloteando tras el inmenso espejo,
observándome con sus aspavientos desesperados
Pero en el terral de la noche solo veo voltear un sucio barro,
girándose, gimiendo ser un nítido cielo,
oscureciéndose entre mis páginas escritas de desierto
Cedería a la muerte, entre su verdor, todo mi desgarro
"Se que aparentemente no tiene sentido publicar esta poesía a continuación, soy así,
quizás el poco sentido va conmigo, con mi propia existencia.
Hace tiempo escribí Cenizas, en un blog en el que ya no escribo, su última poesía.
La añoranza, ese sentimiento que puede conmigo, mi talón de Aquiles, me hace daño"
La única promesa viva que conozco,
me besaba con sus invisibles labios durante la tormenta:
para que se escuche el sonido de
las mariposas, millones de ellas habrían de estar volando, existe el infinito
en su algarabía, millones de alas de mariposas, aleteando su reflejo en mi
pupila.
Temo el sonido de su aleteo, la
caricia de sus cascadas en mi interior.
Ese sonido abre tantas puertas, que hace de Dios su
música, y a mí, su indefenso humano.
Yo me atrevo a hablar de Dios, de la
plena historia de los días hecha sangre y desmemoria, del exacto desastre que
me lleva a la violencia en sus palabras. Me extiendo entre la suavidad del demonio.
Aquel metal hundido en la oscuridad de
la tierra resurge entre cantos de laudes y en mi propio temor.
He subestimado a las
sombras
Su suave sonido
aletean SU REFlejo en mi pupila iluminada
Esconden la BElleza El dulce matiz de la naturaleza
Tan sutil el camino recorrido dan forma a mi destino
Me empapa su Lluvia en el oscuro
hundido, sonido que no cesa…
Sois mi rostro cruzando en deseos
de leviatán, entre sorbos que me reducen a la nada.
Ellas Viven en los ojos de Lázaro,
entre todas las muertes,
en las palabras que alumbran el
pensamiento, lánguidas ramas que mece el viento,
plenas bajo el diluvio de
nuestros deseos,
el sofoco de la puerta ténebre que se cierra entre huecos
portazos.
Regreso a mi segunda vida, con el
sordo mensaje que nadie escuchará.
Mi furia se ha evaporado, ahora entre mis silencios descansas, mi resistencia duerme, mientras escucho tu voz derramándose en poesía. ¡Donde tú me lleves! Mis alas vuelan tan alto que no vislumbro sarpullidos en ninguno de mis pasados. Aquellas enormes miserias... apenas son migajas para el hambre de mi esquelético universo.
Y ahora, cántame, entre los nubarrones de la oscuridad, apagados los quejidos que me alimentaban. Déjame ser tan débil como pueda serlo. Tan ligero y liviano que jamás me posara en ningún horizonte, mantenido por el infatigable soplo de un vencejo. ¡Cuánto echo de menos tu silencioso descanso! aún cerrando mis ojos al vértigo, estremecido en el espeso paladar de la muerte. Tan juntos como extraños nos encontraremos.
Apenas escucho, los locos estallidos pertenecen al ayer; el ruido son sábanas que me envuelven en el mal. Solo un momento separa a la angustia del sueño.
Abro una página de mi libro, es todo un planeta en mí, y solo para mí, y se me clava como una flecha perdida en mi abrupta imaginación. Este es mi planeta...no necesita una flor que redefina su belleza.
Ahora descanso en ti. Mi resistencia duerme en tu poesía.
Te busco en el eslabón perdido del extraño amor,
en la estratosfera encantada anidando sobre voces sueltas, acaso muertas.
Qué bella mi amada estridencia, se contornea en la tormenta más deseada, rasgando el impasible papel en mi monotonía blanca. Soy un bailarín danzante en su
sombrío paisaje, en el escaparate de una vida eterna.
Brincaba en el tiempo el pergamino
que me hablaba con sus millones de años, se escapaba de la fuente escondida, de su
agua dormida. Mojaba mi instinto entre sus egregias palabras.
La negra trilogía que respiro no
entiende de silencios, me mira entre el caos y su temblorosa anarquía. A veces
sueño con el camino que no debo pisar, y
a veces ese recuerdo... se diluye entre fantasmas, cuando el volcán de la parodia se transforma en mi frío,
y dejo de escuchar el hablar de mi único hermano, hasta volver al principio. Las palabras viajan alrededor de
mis ojos ¿Qué importa su significado? El lobo ya me mira de frente y en el brillo
de sus ojos apenas asoma un parpadeo, el absurdo holograma del pez en su iris.
El coral duerme entre los besos que no existieron. No olvidaré lo que fuimos aquellos negros días, en aquellos días negros.
En el oeste de los sonidos
Abortaba la música en mi alma
La verdad me escarcea sus malditas puntas
Son pequeñas fragancias, amorfas sirenas navegando del viento al aire
Épsilon se esfumaba entre sus macabras flores
Y yo…
Yo
A sus días borrachos los
expulsé
Arrojaba el miedo sin peso
Desnutrido aún recitaba círculos
El primor
La rabia
El desconsuelo
Escuálido prodigio
El hombre asesino
X
El ansia reposando en las caderas de un jarrón, aviesa agua en su interior
Si, soy feliz cada momento en el que no te pienso, soy soga ahogando la belleza
Alien esculpiendo el bromuro
Animaré a las serpientes
Sobre su verde calor
Deslucir en mi polvorienta visión
Cual ánimas que cruzan la estela de una flecha
El cielo oscuro, chanza de ruidos, avisan sus máscaras, tapándome, con sus sonidos de sur, otro despertar. Agua ausente en mi piel, me arrastra el desierto, en su débil salto de sed.
El cielo oscuro, como una mirada apagada, ahoga la tímida luz de mi bosque; aún respiraba sobre los pétalos de abril. Aquel mes murió, su beso perdido en el regazo de lo incógnito, entre perlas y escamas...
Sueño tener un mal día, ahogándome en sus lándicas lagunas, un extraño en su boca voraz.
Caen mis alas, hacen penuria en la torre que encerró mi silencio, apenas existo en esta prisión incardinada
Nací un siete de Octubre en el
lugar desconocido
Del laberinto azul
Aquí, mi primera página esparcida entre la hojarasca roja del otoño
En la casa de los vuelos aún se posaban las palomas, sus alas quebradas por la
inercia buscaban mi oxígeno
Era el defenestrado alivio en dos círculos sin nombre, tocándose, con la estrechez existente en la respiración de una vieja extraña. Entre las paredes sepultas del evangelio azul, arden flechas a la dejadez de las flores
La mañana reflejaba en un balcón el cielo gris acariciado por el viento imperfumado
Del olor del día surgieron mis ojos, el escozor de la luz me ardía entre golpes de
escaleras
Y de la bruma hacían las esquirlas su escondite, metálicas formas de la máquina divina
La negra mano
acariciando la blanquecina mejilla. Dos vidas cantando a dos muertes
El querubín dio paso al demonio, en un viaje de oscuros pasos
En el crepitar de páginas arrugadas, árbol impar que no conoce noche
Y el día fue crepúsculo para la rosa que me hablaba, con sus negros pétalos vistiéndome
de horizonte, sin principio y sin final, volaban sus palabras en la ermita del Santo
Quebradizo como el tiempo a los siglos, que me alejan y me acercan, en una lluvia de gotas que al sentir mortal su caída…nacen
Déjame verte desnuda, tumbada sobre
el invisible hilo donde guardo el equilibrio
Es la verdad un juego de niños, un escondite en la tierra plana.
El aire, enloquecido, se mueve en
tu boca, gesticulando en los huecos suplantados a la palabra. Un alambre entre sus
comisuras. Respiramos ese infecto aire alimentado con la venganza, el que mata la
claridad de los días. Y su ahogo despierta en los dedos, las uñas del cuervo rasgan la piel, desnuda nuestra insensatez hasta unos frágiles huesos.
Déjame ver la última coma antes de
continuar, escupiendo sobre tus profecías, los bálsamos sepultos del pueblo
ciego, nacidos sobre la cara oculta de la luna.
Soy, y al fin seré, tu
frente de guerra, escuchando el sonido del tambor rabioso marcando mis pasos,
advirtiendo del lago voraz que irrumpe entre mis manos. Cruzo tu alargada sombra
y me arden los pies. Me quemo hasta sentirte, me transformo en hoguera en tu oscuro
escondite.
Un vampiro en la oscuridad se
maquilla como hombre, en sus ojos rojos se refleja mi ingenuidad temblorosa, ha crecido bajo el árbol del ahorcado, dulce sabor es mi
sangre para tus deseos.
Del letal movimiento me hablas, no
escucho, solo alimento el cercano flash de mis acordes, y me alejo de tu sórdido sonido
de fantasma. Arrastro tu mísera figura de carnaval hasta el vacío de mi olvidado asesino...
Siento que hoy mengua el destino Marta, respira lejos mi vida, pero aún permanece
serena la distancia de mi corazón
marciano que busca sombra entre sus rocas vencidas. Reposo mi cabeza entre su oscuridad, surgen sueños famélicos.
Un manto negro, como una venda en mis ojos, tapa el cielo, el rojo carmín de los valles es negra sangre, borbotean sus gritos a la clemencia, su desbocada llanura.
Lloran hombres, sus caras son agujeros asesinos que duelen y arañan. Su mirada ha retrocedido ante la muerte.
Tengo miedo Marta, suenan voces que no son gritos, son disparos. La bala del francotirador roza mi hombro. Busca la carne herida, oculta tras el olor de mi sangre.
Hoy muero Marta, no aprendí a ser hijo menor y la distancia hasta mi padre se me hace larga.
Quiero despertar, alejar los alaridos cosidos en arañas, la muerte a bocajarro, su olor maldito succionando mis venas, atando mi vida a sus cadenas. Las siento como una soga. El aire es denso y se aleja de mis pulmones. Oscuro demonio he sido.
El pegajoso sigilo me atraviesa, son clavos que llueven sobre mis latidos, esa tupida sábana que lo cubre todo.
Marte ha ennegrecido, la soledad de sus piedras ahora me habla
He llegado a la abserta de mi
amplia luna, con mi absorto sonido, arrastrados mis pies, arrastrando mi negro
nombre. Fui cristal en esta vida prohibida
Adiós golondrina, me enamoré del negro color de tus vuelos, huidizo revoloteo
sobre nuestro lago de duelos
La punzada zumba en la herida profunda, marcas de parsimonia cruzan mi sonrisa, difuminándome en el triste marfil, ya desquiciado, resquebrajado en el olvido. La herida es mi ventana, árida mirada de los grises soles. Solo ellos me acompañarán, ellos que me vieron nacer en un desierto
Carga el viento mis arruinadas maletas, mi padre ha marcado el camino, y subo sus
escaleras. Somos el viaje hasta las esferas.....
El fecundo libro de la muerte, entre arias de sonidos levitando, a mi voz cruje,
en la arrastrada silueta de todas sus sombras, absorbe el calor de mi destrucción
Soy un asesino en la mentira y en el poder, y hasta el sigilo escucha la respiración de las muecas que escondo
El barco ha zarpado con destino a su no retorno, las velas de la magia sangran el odio en su cera, blanca espiral de luz marchita, blanca pared dibujando el perdón en un solo pecado. Cada palada de tierra en mi tumba anuncia la tupida vida eterna, sin ojos, sin el cerco del tiempo, apagada la luz de las estrellas, abierta con las esporas del infinito
¡Ay tu voz! la escucho templada, no tiene nombre, no toco aura, el tiempo la aleja cada vez más. Se mueven los brillos, es seda, es calma, tus alas de mariposa
¿Y si el cuerpo no tuviera reino?¿Y
si el cuerpo no encontrara el alma?
Abro sobre un segundo, mis ojos en el
balcón de la mirada, a la eternidad. En la circundia reposa, de esa madera que anidó en roble, la tragedia. Y el destino,
embalsamadas sus siete cabezas de ecce homo, retrocede esclavo de su mirada.
Y quien de él habla, muere.
Perfidia un viento lúgubre, quizás
sea la noche, su perpetua rigidez me habla. Oscuridad de los campos crepitando
en mis deseos. Permanece escondida, permanecerá. El día observa mudo, mi espejo, quieto ante
la ausencia de la efímera dama
La miseria se hace constelación. Quizás
sea yo
El
viento lúgubre Quizás sea la noche Su perpetua rigidez me habla Oscuridad de los campos crepitando en mis deseos La miseria se hace constelación Quizás sea yo
Perdido, poseo un diamante perdido, eterno, distante, pulsando bajo mi corona de rey muerto,
sin un velo carcomido que cubriera sus puntas brillantes. Explotará su luz diacrónica como arsénico en mi extasiado interior Las escucho, suenan campanas, chocando en el sendero de la vida apagada,
sonidos veleidosos escapan de su sinfonía
La locura emana entre las plumas de la oca en su vuelo
La muerte apenas es una apariencia, su caricatura nos hace su alma, espectros de sabiduría
Suena ruidosa como gota que riñe al océano, quiere ser pequeña pupila, entre ojos agarrar con su profunda mirada al inmenso universo
Las pupilas muerden con su esplendor en el rocío
rojo
alrededor de un viento que las
protege del macabro roce de la espiga
La última frontera separa mis
pies del profundo pozo, yermo canto al suicidio, mi pánico en gloria
Nada es mi absoluto, queda un filo que hiere, un vuelo romántico de
pequeñas estatuas, cuando habla la improvisación en un abisal, se escucha
el más allá
Un amor que nace y un amor que muere
Un hálito une membranas en el invisible
Solo soy versos que chirrían, el ruido en mis cabellos permanece, esa herida
plana que me cubre sin cesar
Absorbo cenizas, el enano devora luz, ¡cada segundo más lejos!, la grieta retumba
al son de tambores su absolución. Apenas camina, respira y germina, el
leviatán adormece
Y la llave tiembla en mis manos, heroína y miedo en la conciencia, camino que
hierve por encontrar vivo un cementerio
Qué difícil me resulta subirte, mis hombros te sienten plomo, arrastrándome entre palabras escupidas de tu bestia ciega La grandeza no se ve cuando el pájaro vuela bajo, ausente de olfato Vivo en el tiempo al que no se pone nombre, mi surco anónimo, rueda brillante atravesando otro mundo En la nada se dibuja una pelea entre sencillas sombras, hombres sin sueños,
Mi planeta es verano, emociones de
los santos, el dolor de las cadenas solo brilla a la oscuridad de la noche
Mi paseo en barco de papel se dirige al lugar sereno entre los pasos de mi voz, sus delirios son
razón, en la mano del espejo que se nos muestra allí arriba, en la altitud de
las fragancias, friso donde reina un pensamiento, señal táctil del color...y yo, asustadizo, solo recuerdo el negro color, puntas de lanza tenebrosa sobre mi brecha sangrante de
luz. Tenue se esconde envolviendo la fugaz pasión. Mi planeta es verano, tan
cerca del sol. Se pisan las espigas del silencio, salvaje destino de la orilla maldita. Pesadumbre encharcando los hombros,
recién caídos, ardiente desnudez. El fuego no es infierno, es mi alma
que grita, las sinuosas lenguas brillando al albor de la mañana inexistente,
huérfana me busca, sin saber que soy espejismo
La muerte me transformará en su música,
doce vuelos más allá de la luz de las estrellas, en el delirio de notas
escurriéndose a través del gélido marco que nada esconde. El río sereno ya no se
muestra como dueño. No es dueño de nada, ha perdido sus cascadas rebeldes,
abandonadas por la floja esperanza. Me miran seres desafiando la calma, sus
finas gotas de alma creen en mí. Existe en sus brumas la ilusión tañendo mis
sonidos invisibles. Hay esa luz en sus
posturas que me hace ciego, se plasma en el trasiego de sus caretas. Ebrio
entre bruces, me esconderé en el sonido
de un púlsar amante, y la lágrima hará
un surco penetrante de belleza. Y ahora dormiré meciéndome con las
ondas infinitas de la absurda música…
El tiempo se me hace niebla
Se oculta su sol entre tanta rabia,
entumecidos mis ojos espumosos por heridas de mi bastardo desierto
Soy un espectro gravitando entre sus columnas
Tan solo una palabra es capaz de aturdirme,
destruir a mi falso gigante besado cruelmente sobre su planicie.
Sé que derramas tu frío sobre mi piel dormida hasta la agonía
Me desplazo entre sus punzadas, como soga colgando de la noche, aliviando los vaivenes que voltean a mi cuerpo atado en su nudo, adormecido en el afán Sus movimientos apócrifos me asoman a los profundos canales de la locura,
no hay boca limpia
Y se aleja, murmullando, cabizbaja, toda la sinceridad de lo que decíamos
y duerme la verdad oscurecida entre omisiones
Cabalga el torpe recuerdo de lo que fue mi semilla en mi grupa asfixiada
Letanía reptando bajo tus sombras
Es la muerte entre angustias que ofrecen las promesas sentadas
Y yo soy su hueco dudando por encerrarte en mi invernal aspereza
Nada respira dentro de los círculos herméticos de la noche
Disparadme cerca del corazón para sobrevivir, en este momento de gloria y final
El vuelo de la gaviota se enredó entre los surcos de mi destino
Disparadme pronto, a mi consciencia. Y ser certeros
Hace frío en este inquieto día,
alejado de las cosas que importan.
Tengo frío en todo mi pensamiento. No
siento el calor de mi sangre. Las sábanas tupidas de algodón me despistan, tan
solo cubren mi cuerpo, aún permanece desnudo el miedo, abrazándome en mi caída
perenne.
Tengo sed, los sapos se retuercen
en mi garganta, abro mi ventana a los sorbos del Este. Diviso su campo de
cruces, en la mirada de los cadáveres, hablándome con su decaído iris.
Soy hijo del aterrador siglo, con
la muerte pisando cada momento, sus estrofas visitando todas las estancias.
Busco el freno que anule mis fatales visiones
En mi esfera rosa
Gravitan mis insultos, libres, sois sin dueño
No pares círculo, tiernas hormigas, vienen y van, vienen y van
Pisando telas de Danubio
Cigarros a la gloria, esfumante humo
Marcas de ruido en mis ojos
Aquel sol, mi arrebatado astro, tan
solo brilló entre las tarimas de mi conciencia. Su brillo llegaba débil,
muerto, hasta mis extraviados pasos. Tan extraños y opacos os siento.
Te mostrabas tenue y cabizbajo ante
los ojos de la noche. Tu belleza no está
en mi reino, no existe para el tacto de mi locura ¡Cómo escuecen tus caricias!
en mi indefensa soledad, en mi insocorrida desvergüenza.
¡Oh luz, que sufres con mis pasos!
Huiste en las tablas de mi naufragio, apenas te veo, crece un nudo en mi
horizonte, te alejas en la calma.
No escucho tus notas sonar y es que
solo ardes traspasando paredes del convento.
Eres fuego lejos de mi funeral
¿No ves que aun soy terciopelo?
¿No escuchas mis canciones de
borrego?
Siento tu fino sexo en el
acercamiento de un punto oscuro. Tu ausencia me hace temblar, son mis latidos
el único sonido en mi universo
Me haces sentir un hambre de pecado
por tus hilos extramundos, de furibundos destellos.
Te busco en un cielo paralelo, entre semejanzas que me acuden disparadas,
latigazos empapados de semen.
Conoces el sabor de mi respiración, la sientes volando en los oscuros pasillos de mi
suerte...arrebátamela de mis duros caminos sembrados de arrepentimiento.
Ya me arrebataste todo; mi poco
sentido duerme. Sabe que no despertará.
Hoy es lunes de muerte y pánico, esperando que las hojas secas resuciten
en su amarillento esplendor.
Marta aun me espera, entre las encendidas rocas de Marte.
Transfórmame en frío mudo,
desprovisto del miedo que sopla en mis huesos. Sella con tu mano de arena el viaje
astral de mis promesas extraviadas. El auxilio se escapa. Se hunde en una
voz asfixiada por el polvo de tu granito ya difuminado. Transfórmame en misionero
de mi espera, experto en crear los tenues meses en el desierto.
Soy poesía estrangulada de ojos
rojos.
Y hoy estoy cruzando el tierno muro de la distancia; entresijando sus rocas
habitan piernas muertas y dientes afilados de roedor
Entre manchas he descubierto el beso robado a la vida. Soy ese carmín travieso bajo
su mirada
... me amansan los corderos de la noche
hasta que despierto.
Mis enanas y beligerantes pestañas te imitan, la
virulencia de esta llama de vela vigilante.
Ya me quemo entre la furia de sus
inquietantes esquinas, son esquirlas transformándose en insensatez.
Me arrojo en un pensamiento que no envejece. Vagamos eternos en nuestras
fantasías.
Todo es fin escondiéndose en el hueco de las
promesas, sacudiendo la memoria incrustada en mi extensa película.
Perséfones y abedules mienten envistiendo engaños
en mi hierática cara.
Acerco mis pesadas huellas a un ente. Buscaba el indulto de un adulador. Esa fragancia que diluye en la razón mi
simple conquista. Y única.
Desciendo encadenado, nuevamente, desde mi tierra dorada.
Me avisa un rotundo crujir, sombras
surgen del cajón
burbujas eclosionan a mi paso
incardinado
No asoman rostros en las míseras
tumbas de arena
donde me hallo, agujeros entre mis
pies
Criptas diluyéndose en mi deseo
envuelto en música
Y los días se hacen agua
me hacen sitio sus orillas,
hasta el hueco de sus sarcásticas
huyendo mis gritos
Retirada entre desafinados duendes
de corneta y violín
don dumas
He traspasado mi nítida ventana,
entre cubículos de materia grasa. Me agarra la mano de seda serena.
Me arrastra
en vida. Me disuelvo sobre agua, fuego, tierra y aire. Los cuatro elementos
enredados en el surrealismo de una falsa noche. Todo me resulta diferente
¿olvido algo ajeno a mi desastre? Se me escurrieron todos lo pretextos, coparon
excelsos las bolsas de plástico. Profundas y oscuras, abandonadas debajo del
todo. Palpadlas sin el mayor interés ¡mis abstractas letras de criminal! vacías
de abrazos.
Mis deseos ya no son físicos. Atrás
dejo mi pegajoso paisaje de acantilados y rocas, pisoteadas con el temblor de
mis días. Vértigo incrustado en sus espejos, me balanceaban en sus abismos. Su
cristal formaba mi piel.
Me siento niña, oscurecida en la profunda
pradera y nítida en la llama de un astro, de frágiles hombros, vestida por mi
dios minúsculo. Nado entre imágenes simulando un sueño de vidrio, soy yo mismo
alejándome de mis imperfecciones, cornucopia aviesa, cubierta del pálido moho del
bosque. Me rapta el infinito, entre sus interminables curvas.
El color golpea a los días que se
alejan en un torpe carro mundano. Amarrados mis gritos a sus vastas ruedas,
huyen, regalándome el sonido dichoso de la orilla.
Lugar que clama a mi único deseo.
Verbos que tan solo soñaban conmigo