17 agosto 2019
Cojámonos de la mano como dos espíritus misteriosos. Sonarán
en el crujir de su contacto flojas muecas de psicodelia. Aquellos días, los que
nunca existieron, se escucharán cercanos, asomándose a través de los párpados de
la invisible existencia. En su forma fantasmal surgirán desde un abismo, vestidos
en ocre Otoño, cincelados en la rugosidad de sus hojas marchitas que ya
vivieron, extenuados y escondidos entre pisadas que dibujaban en círculos al
mismo miedo.
Sabría decirte, mirándote a tus ojos encendidos, lo que el
miedo allí escondía: el sentido ignoto del fin. La existencia extinguida sin
remisión. Y sin regreso.
Cerremos juntos los ojos. Apaguemos la misteriosa luz que se
derrama en el despistado y lánguido horizonte. Haremos nuestro el universo que
esconde los indescriptibles sueños, tapados por eternas ruinas bajo el manto
del gracioso Edén.
Y navegando entre la ausencia de cualquier atisbo de luz, flotando
en la inmensidad de la materia oscura, seremos conscientes de aquellos días, los
que no existieron, envueltos en el murmullo de un oleaje de palabras, en un
reino de metáforas blancas, libres de la monotonía y del escozor del paso del
tiempo.
Toda esa inmensidad cabría en la memoria de un insecto.
don dumas
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