Aquel sol, mi arrebatado astro, tan
solo brilló entre las tarimas de mi conciencia. Su brillo llegaba débil,
muerto, hasta mis extraviados pasos. Tan extraños y opacos os siento.
Te mostrabas tenue y cabizbajo ante
los ojos de la noche. Tu belleza no está
en mi reino, no existe para el tacto de mi locura ¡Cómo escuecen tus caricias!
en mi indefensa soledad, en mi insocorrida desvergüenza.
¡Oh luz, que sufres con mis pasos!
Huiste en las tablas de mi naufragio, apenas te veo, crece un nudo en mi
horizonte, te alejas en la calma.
No escucho tus notas sonar y es que
solo ardes traspasando paredes del convento.
Eres fuego lejos de mi funeral
¿No ves que aun soy terciopelo?
¿No escuchas mis canciones de
borrego?
Siento tu fino sexo en el
acercamiento de un punto oscuro. Tu ausencia me hace temblar, son mis latidos
el único sonido en mi universo
Me haces sentir un hambre de pecado
por tus hilos extramundos, de furibundos destellos.
Te busco en un cielo paralelo, entre semejanzas que me acuden disparadas,
latigazos empapados de semen.
Conoces el sabor de mi respiración, la sientes volando en los oscuros pasillos de mi
suerte...arrebátamela de mis duros caminos sembrados de arrepentimiento.
Ya me arrebataste todo; mi poco
sentido duerme. Sabe que no despertará.
Hoy es lunes de muerte y pánico, esperando que las hojas secas resuciten
en su amarillento esplendor.
Marta aun me espera, entre las encendidas rocas de Marte.