Entre las dóciles alas de mujer perdida, regreso, bajando escaleras... cada vez más despacio
Sus poblados agujeros son pozos bajo un mármol enrojecido, de profundo cristal enmohecido
El agujero de la mariposa se ensancha, el temblor no es pasajero
Su tiempo descorchado empuja al filósofo
entre cortas distancias
hacia las cunetas despobladas
Sus versos oscuros arropan a los pobres en su inefable calma
Escuchemos su silencio, bajado el telón
con una pastilla sideral en la garganta
El muerto duerme en su sillón de fantasma
Sus sueños hacen sombra al pequeño pez
Regresemos al río durmiente
A sus violáceas ondas de murmullo
Remando juntos en placenteros mordiscos
Las mentes modernas esperan escondidas con su agnóstico silencio, entre gotas de artificio
Cada campanada de mi odio resuena como un abrupto latigazo
Con el serpenteo lujurioso y machacante de la espuma
Sus sonidos salen a escondidas desde múltiples secretos
En un silencio que explota
Y yo escribo su nombre con las densas sombras del espíritu dormido
Nos hemos acostumbrado al bochorno, en sus dormidos días