viernes, 14 de junio de 2019

JUNIO - NOTAS DE MI CIUDAD

La medusa de los espíritus I La mascara de las muñecas II El báculo oscuro III oscuridad IV

La medusa de los espíritus I

Me habla el árbol, despertándome entre la hojarasca del hundido refugio. Fundido bajo los reciclados rayos del sol herido. Absorbidos, los problemas blancos resucitan entre neblinas cantarinas. Una canción tras otra. Incólumes. Palabras que brotan de envenenadas  manos haciendo del veneno escudos entre sus nudos. Se adivina una reunión de espíritus, todos niños malheridos. Arrecia y brota de sus carnes desgajadas y rotas el dulce olor a vino. Oscuro como la maravilla. De tupidas alas de golondrina. Sirenas aladas del Océano. Rezan las semillas a las endiabladas perlas, crecidas bajo el solitario río de arena. Las túnicas se tejen con su sangre, con bordados de juegos, y semen del vampiro ciego. Así aman las estrellas de la oscuridad, arrastrando las lagunas de recuerdos secos, desde un universo al otro más descarnado. El rostro inexistente dejó de ser amado.
Los espíritus esperan, recostados en su roca infinita, dejar de ser sueño, explorar la danza del gallo, picoteando las sensaciones del absurdo Mayo. El bendito señuelo se pierde en el misterio cuando la puerta se cierra. Ellos lloran lágrimas de cera.

Ecos de Murmullo. El suelo se abre en cascadas de sed de miel.

Llega el silencio. Se escucha el vacío en la noche. Arden sus ramas envolviendo el  amanecer con montañas de ceniza. El reino de anchas costillas que atemoriza.

Las cándidas notas musicales se transforman en sogas, como antenas de grillo. Esparto marchito viajando entre raíles de furia. Flores de huesos de luna esculpen la rabia con su forma. Arañan el movimiento hasta diluirse entre cubas de uvas. Su piel blanca y bella les habla de sus secretos. Enamoradas del frío mármol. Eterno. De velas que lo iluminan. Adoran su magnetismo, dibujando todas las direcciones. Anunciando todas las profecías hasta el final de los fatídicos días. Acuarelas en blanco y negro henchidas de islas de perfumes. Exceso de cunas donde crecen las medusas.


la máscara de las muñecas II

El sonido de la mariposa. Se escucha libando las notas del cielo que desparraman su música. Sus alas crecen y se expanden cruzando la muralla. Un verbo de oro las susurra. Miradlas en la lejanía intocable. Mutando. Escuchad sus gemidos en el recto alba. El sonido de la escarcha. No hay recuerdos escritos, difuminados en el esquelético cuerpo de las muñecas. Desfiguradas y escondidas entre mascaras.
El sonido transformado en ruido nos aparta de ellas hacia la locura tridimensional. Solo son ecos en la caverna abandonada. Atrapados. En míseros círculos. Las manos cercando el cerebro. Sus huellas rozando una mente azul. Llega el miedo escondido en el vértigo. Atrapado entre los ojos de todas las muñecas. Barco que zarpa sobre un mar sin olas. Cargando la apatía en sus hombros. Arden en el crematorio todos sus pasajeros en tristes cenizas de oscuro olvido. En tristes sombras. Su pecado ya no es celestial. Expulsado hasta la captura de la inmensa jaula. Esclavos sin saber andar con sus pies de clavos. Hacen extraño su paseo, arrastrándose sobre el polvo de la media luna. Creyendo ser un hechizo. Y sólo hay aire difuminado…


El báculo oscuro III

No respira. Hay un cuerpo que no respira. En el soslayo del mediodía. Sus acantilados ofrecen a los rostros su guerra. Sajan las venas que riegan la tierra. La bruja tira las cartas sobre su pecho. Nos ofrece la suerte del demonio. Nadie desea mirarse en este espejo estrecho. Entre armas que callan ciudades y peste que se bebe como un alma agreste.
No respira. Su cuerpo no respira. Respiraba un aire oscuro. Cavaba su tumba en los secos labios del destino, con la sed de la bella ignorancia. Era un cadáver viejo, encajonado entre madera enferma. Arrostrado en sus cuatro paredes. Las agujas del reloj, atosigadas, suspiran por señalarle el invisible prado, difuminado con su largo socorro. Alargando su corta mano a Jesús. En plena destrucción, en el pensamiento de su noche de más noches, chapoteando sobre sangre ciega, siervos incoloros. Encerrado en el miedo. Apenas una microscópica luz asoma en el perdido horizonte.

Oscuridad IV

Las ondas arracimadas envejecen invisibles contigo. Es tu pálpito.
Un esqueleto sin mirada que arde. Donde en él se pierden. En un macabro juego de ilusiones.
Su niebla irradia el destello que no deja ver, oculta entre la vereda ciega.
Abrazada a un pergamino reza a su belleza.  Un mundo enterrado en la oscura destreza ¿Escuchas?
El agua de la esperanza riega con sus gotas de seda la tierra de las alabanzas.
Ánimas danzarinas en el salvaje vergel rastreando el temblor de tus pasos, en el tempo caótico, dirigiéndose hasta el sendero de la muerte. Infinita. Y fría. Mutilados tus ojos de la brisa. Sobre la mancha blanca en la que eres esclavo. Sin pecho cubriendo tus indefensos pulmones.

don dumas