Escucho tu mano
rozando
mi rostro de árbol
anterior a toda belleza
Escucho el asombro
en cada palpitar
de tu corazón
bajo tu pecho perforado
por mi intriga
Escucho los vuelos
de esa muerte adulta
que me implora,
extraña ave de lujuria
seduciendo fuego
Pero nada
nadie
escuchará mi voz
en la brumosa madrugada
que tarde me abraza
e ínfimo me cubre
don dumas