La muerte me transformará en su música,
doce vuelos más allá de la luz de las estrellas, en el delirio de notas
escurriéndose a través del gélido marco que nada esconde. El río sereno ya no se
muestra como dueño. No es dueño de nada, ha perdido sus cascadas rebeldes,
abandonadas por la floja esperanza. Me miran seres desafiando la calma, sus
finas gotas de alma creen en mí. Existe en sus brumas la ilusión tañendo mis
sonidos invisibles. Hay esa luz en sus
posturas que me hace ciego, se plasma en el trasiego de sus caretas. Ebrio
entre bruces, me esconderé en el sonido
de un púlsar amante, y la lágrima hará
un surco penetrante de belleza. Y ahora dormiré meciéndome con las
ondas infinitas de la absurda música…
don dumas
mi alma duerme con ondas de música. Asi es el Universo, tan pequeño
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